LECCION INAUGURAL UNIVERSIDAD MARIANO GALVEZ II JORNADAS DE LINGÜISTICA.

                                        

                    Filosofía del lenguaje, semiótica y hermenéutica.

Roberto Palomo-Silva

Permítaseme inicialmente expresar mi mayor agradecimiento a la Universidad Mariano Gálvez y sus autoridades, en particular a su Escuela de Lingüística, adscrita a la Facultad de Humanidades, a su Director el Doctor Julio Alfredo Díaz Caballeros y a la Doctora Silvia Regina Osorio España, por extenderme una invitación, para impartir la Lección Inaugural, de las II Jornadas de Lingüística.  Se trata de un honor y privilegio especial, poder participar, en un evento de trascendental importancia, me siento profundamente honrado y profundamente conmovido, por la invitación extendida. 

Existe un antiquísimo camino, que empieza por la interpretación del significado, de los textos sagrados.  Las reglas hermenéuticas están con nosotros desde hace milenios, no son nada recientes, el esfuerzo y lucha, por llegar al significado, de los diversos lenguajes, que hemos hablado, en ocasiones dejamos de hablarlos, en otras los hemos recuperado y mantenido, aunque no tengamos certeza, sobre la pronunciación correcta y asumimos riesgos e interpretaciones muchas veces audaces o analógicas; sin embargo, las historias de éxitos, en el desciframiento y descubrimiento, de los secretos guardados, por textos o lenguas habladas, son muchos y notoriamente maravillosos.  Me impresiona sumamente la reconstrucción y lectura, que lingüistas y filólogos, de muchas nacionalidades,  le han dado al Codex Dresdensis y a sus calendarios, son más de 52 los recogidos en el texto,  nombres de sus deidades y muchos elementos más, de esa complejísima manera de relatar su historia, de escribirla y codificarla. El enigma de las llamadas “diosas de la luna”, según la terminología Thompson-Seler, que se refería también a las primeras treinta y dos páginas, del Códice.  En el mundo de las lenguas mayas hay muchísimas y magnificas, colecciones de antiguos códices, que han sido descifrados-interpretados. Todos estos esfuerzos son relativamente recientes, nuestra cultura e incluso civilización, está construida, en la lectura de textos tan antiguos o incluso tal vez más antiguos, que los generados, por las grandes civilizaciones mesoamericanas, muchos de los cuales sobrevivieron, asombrosamente,  la persecución y el fuego, en Guatemala somos afortunados al contar, con unos maravillosos textos, que relatan y conservan una historia fundamental y, sobre la cual, estamos asentados. Necesitamos considerar, desde muchas dimensiones y horizontes, el encuentro de Francisco Ximénez, con los textos sagrados, sea como narración y su posterior redacción o traslado a una escritura nueva y totalmente diferente.  Ximénez no es el único, quien a lo largo de lo que en aquellos años, se llamaba la “América Hispana” tuvo esa experiencia original, por medio de la cual un hombre educado y en nombre no solamente, de una confesión, sino tal vez más relevante aún, portador, de una cultura y una civilización, articulada, en una lengua, que nunca fue de uso popular o de acceso de las masas, el latín de la cultura europea, basado, en esa larguísima y muy antigua tradición e historia, Ximénez al igual, que religiosos, canónigos, dominicos, franciscanos o de otras ordenes, más tarde jesuitas, cuyas notables contribuciones han generado elementos bases, para construir una identidad, incipiente aunque muy real.  Conocemos mucho de esa historia, no vamos a caminar ese camino, pongamos nuestra mirada y atención, en ese encuentro, de dos grandes horizontes y tradiciones, expresados por lenguas totalmente distintas, en su grafía, morfo-sintaxis y demás.  Separados incluso por el primado de una oralidad, que conserva y mantiene una pureza originaria y no contaminada. Imaginarse ese trabajo diario, duro, metódico y disciplinado, de comprender, primero, una lengua diferente, sin referencia alguna, sin otros códigos auxiliares, más que aquellos, con los cuales había sido educado y eran sus instrumentos inmediatos, para iniciar una transformación, lenta y pausada, de un contacto – tal vez uno de los primeros o en los Reinos mesoamericanos, al menos uno de los primeros – allí se gesta ese momento único y originario, originador, de los dos mundos, que se enfrentan y se encuentran.  Ximénez acerca, invita al otro y a sí mismo a mirarse, desafiándolos a los dos a entenderse, en el acercamiento, el camino irreversible de las lenguas caminando una al lado de la otra.

Las otras cuestiones, las del antagonismo o de la misión evangelizadora, adecuación, de un texto, sea por analogías o vías interpretativas, es un debate o, mejor dicho, una controversia y sumamente relevante, por cierto; sin embargo, no es objeto de nuestra ocupación acá, más bien interesa seguir el trabajo filológico y principalmente retorico, en el sentido de la retórica clásica, fundada en el mundo latino.  Ximénez nos dejó una Gramática de la Lengua Quiché e intento hacerlo de las otra lenguas, con las cuales estableció similitudes, a pesar de tratarla no como lenguas, propiamente, recurrió al termino de “dialecto”, de uso muy común en Europa, incluso ahora, en el mundo de las lenguas germanas, hoy día se emplea el termino, para referirse a las antiguas formas del antiguo alemán y en otros casos, hay que decir que ni el Zutuhil y menos aún el Cachiquel son dialectos e incluso resulta sumamente inapropiado ese giro lingüístico, para referirse a ellos. No viene a cuenta acá hacer un análisis de la Gramática de Ximénez mas bien resaltar lo relevante de ese trabajo hoy día semi olvidado o relegado a los estudios históricos y académicos. Sus veintitrés capítulos tratan de la pronunciación, alfabeto a todas las formas conocidas, en esa época y van desde los géneros y diminutivo, capítulo I hasta el XXII identificado bajo el acápite muy curioso, por cierto, “Otras cuentas ó modos de contar”, conservando la ortografía original, pasando por verbos, adverbios, tiempos verbales, preposiciones y una larga lista, de manejo y conocimiento amplio de los especialistas, en Gramática.  Es fácil apreciar el mundo cultural, desde cuyo horizonte interpreta la novedosa y extraordinaria tradición cultural a la cual había llegado, nunca fue gran novedad y sorpresa, que hubiese un intento, en la traducción practicada, del Libro del Consejo, fuera más una interpretación o incluso hasta un acomodo teológico, para leer ciertos relatos, parangonándolas, con los textos bíblicos y el esfuerzo teológico de la universalización o de la búsqueda de sustratos comunes de las religiones, aunque no fueran en realidad similares.  Ximénez genero eso sí, una larga tradición, que nos lleva a las recientes tradiciones, de esos maravillosos textos, desde otra perspectiva y metodologías.  El encuentro se inicia – pudiera con cierta contundencia afirmarse, contaminado por ciertas visiones teológica, tal vez – y la historia de ese encuentro  comienza a gestarse.  Y vale decir o más bien reafirmar, que no fue el único y tal vez no el primero, de estos encuentros de los mundos, que intentaban subsumirse y emerger creando un mundo nuevo.  Son abundantes estas referencias a lo largo de la “américa hispana”, como se le llamó en aquellos momentos. Desde el Virreinato de México o de la Nueva España,  al del Río de la Plata, pasando por las Capitanías Generales, los esfuerzos por buscar medios, que facilitaran procesos de conversión, nos han dejado una enorme literatura, que en algunas partes se refiere como Crónicas y otras maneras de narrar esa historia, del encuentro de las lenguas americanas, con el mundo del Latín y del Español, en la mayoría de los casos usados ostensiblemente.  No olvidemos, que los servicios religiosos, Misas, eran impartidos en Latín, hasta bien entrado, el Siglo XX.

La interpretación y lectura, de textos sagrados es muy antigua.  Incluso el termino hermenéutica, tiene sus raíces griegas ampliamente estudiadas, la conocida vinculación, con el Dios-Mensajero, Hermes, está profundamente documentada y comentada extensamente.  Leer textos sagrados antiguos es siempre un acto de interpretación, el antiguo hebreo, el arameo talmúdico, el latín y sus variantes o formas, transcripciones, de una lengua a otra, nombres modificados, y, algo sumamente particular, el desconocimiento de la verdadera forma de pronunciar dichas lenguas.  Casi todas conservadas, desde una oralidad muy extensa, pensemos en el caso de las Baraitas talmúdicas, transmitidas y conservadas, desde una tradición hablada, donde los relatos están anclados, en pronunciaciones perdidas, baste recordar, que las llamadas pronunciaciones erásmicas, del griego antiguo y del latín, modificaron profundamente la manera cómo decimos esas lenguas, aunque modernos estudios lingüísticos y fonéticos, han contribuido a unificar criterios encontrados y dispersos.  Sirva recordar, que la propuesta erasmiana, es apenas de unos cuantos siglos atrás y se trata de lenguas mucho más antiguas y de una muy compleja transformación.  Y en el mundo de las lenguas semíticas la consolidación de un habla es aún mucho más reciente, aunque algunas de ellas se han continuado hablando, como el arameo o el copto, el caso del hebreo no es sino hasta la fundación del moderno Estado de Israel, que se ha podido establecer y consolidado una dicción y reglas estables. Desde los grandes Sabios del Talmud y la Mishna a Eliezer Ben-Yehuda, nacido Eliezer Yitzchak Perelmann, su nombre lituano, transcurrieron siglos, hasta que la maravillosa y mágica lengua, por siglos vinculada a la Divinidad y a las practicas religiosas, exclusiva del estudio de los grandes textos sagrados, la lengua en la que HaShem le hablara a Moisés,  en el Monte Sinaí, en el momento en que la Torah fuera entregada y revelada.  Y sírvanos esta corta rememoración, para a guisa de ejemplo, encontramos, con las transformaciones de significados, dificultades enormes, para leer e interpretar, textos sagrados y antiquísimos en general.  

Vamos a recurrir a dos ejemplos muy estudiados a todos los niveles, sin embargo, resultan siempre fascinantes, por su vinculación esencial, con el tema del lenguaje y de las reglas de interpretación.  Desde eventuales lecturas semióticas, inclusive, cuyos horizontes contribuyen a una mucho más profunda comprensión de su significado.  En el Libro de los Nombres, Éxodo, encontramos el célebre verso 33:11 cuya versión original dice siguiendo la versión hebrea masorética, con el fin de ilustrar lo que intentaremos comentar, “ יא  וְדִבֶּריְהוָה אֶל ” si seguimos algunas de las principales traducciones, veamos primero la versión de la Septuaginta, en Griego antiguo, la conversación “cara a cara”, “entre amigos”, pareciera ser comúnmente aceptada, la cuestión se complica cuando el Tetragrámaton o sea YHWH, es vertido como Kurios (καὶ ἐλάλησεν κύριος πρὸς Μωυσῆν), cuyo significado comúnmente aceptado es el de “Maestro” o “Señor” y de esta forma la experiencia del nombre de Dios, empieza a sufrir una incontable serie de transformaciones.  Estamos en una idea inicial, de amigos que hablan cara a cara, la relación única y completamente irrepetible, entre Moisés y HaShem, el misterio del encuentro y dialogo, originario de recepción de la Torah, en el Monte Sinaí. La Vulgata nos da una interesante versión, de la traducción del sentido, del verso original, “loquebatur autem Dominus ad Mosen facie ad faciem…”, varias cosas a ver acá inmediatamente, YHWH paso a ser Kurios y ahora Domine aunque el espíritu general del verso se mantiene, la conversación, del Señor, cara a cara, con Moisés a quien lo trata, en el texto, como amigo al emplear esa palabra claramente, los términos, tanto en griego como en latín, adelphi y amicum suum, logran conservar ese sentido originario, de la idea de la familiaridad y la vinculación especial y única, que se mantiene claramente, en el texto originario. Si vamos a versiones más recientes, por ejemplo la reciente versión Reina Valera (1960),  que emplea un lenguaje más directo y coloquial, cuya difusión es francamente, enorme, dentro de los hispano-hablantes, particularmente, entre los cristiano-evangélicos, tenemos un texto no tan apartado del sentido aunque probablemente, toda la parte gramatical tiene algunas inconveniencias, en los aspectos morfo-sintácticos, pareciera sí logra conservar el significado de lo allí narrado, “Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero.”.  Curiosamente las versiones conservan el giro lingüístico, hablar cara a cara, aunque en este caso la expresión “como habla cualquiera a su compañero”, no es demasiado feliz, porque pierde el contenido semántico, de la condición única de esa vinculación, casi pareciera trivializarla, la naturaleza de esa conversación, es tan especial, que solamente se podía producir, con alguien extraordinario, escogido, específicamente, para recibir la Torah. Moisés. La idea de la coloquialidad, de la conversación, entre amigos, se encuentra incluso recogida, en las grandes traducciones de la Reforma, la Biblia de Lutero y la del Rey Jaime, para citar tal vez las más importantes, sin restar ningún valor o mucho menos mérito, a otras versiones.  En la del Rey Jaime, se lee en inglés, “as a man speaketh unto his friend” y en la versión en el Alto Alemán, de Lutero, se puede leer, con suma claridad, “… wie ein Mann mit seinem Freunde redet.”.  En ambas lenguas, la noción de la familiaridad y del carácter coloquial de la conversación, esta inequívocamente plasmada y recogida. Como si un hombre hablara con su amigo.  La transformación del significado es más que evidente y el tránsito o migración del sentido original, como mínimo se difumina e incluso pareciera perderse. 

Tomemos un ejemplo de índole muy diferente, puesto que el vínculo entre el Creador y Moisés, cuya naturaleza es no solamente única, al debilitarse el significado, que el texto hebreo original – y esto al margen de todas las cuestiones teológicas, sobre el sentido mismo, de la recepción de la Torah y todas las implicaciones derivadas – ha sufrido unas modificaciones francamente severas y su sentido originario ha sido profundamente difuminado, casi podría decirse diluido; sin embargo, veamos otro caso, donde nuevamente la hermenéutica filológica puede ayudar a esclarecer el significado originario, dentro de otro texto, vale decir acá, que no estamos cuestionando los métodos, de exegesis bíblica, buscamos establecer únicamente, cómo la lectura de textos sagradas, bien puede usar estas metodologías analítico-hermenéuticas, para una mejor comprensión de los sentido originarios, de lo expresado, en dichos textos.  Tampoco quiero introducir, temas numerológicos, relaciones entre letras y números, gematría, misticismo o inclusive, Kabbalah, lo cual desborda nuestros límites de estudio, aunque todo ello debe considerarse y ponderarse, en todo momento, dada su enorme importancia histórico-exegética. Vamos a introducir otro verso y la transformación, de su significado a lo largo de las diversas traducciones construidas, a partir del texto original, por su título mismo y en el mismo precisamente, vemos la transformación desplegándose.  Kohelet o Qoheleth  1:15 en la Biblia hebrea (Tanakh), Eclesiastés (ἐκκλησιαστής),  si seguimos la tradición iniciada a partir de la Septuaginta. El caso muy particular acotado, en referencia no solamente al nombre del Libro, es sumamente conocida la historia, que relata una supuesta vinculación, con Salomón, como autor del Eclesiastés o el uso que él mismo empleara, de la palabra hebrea, Kohelet o Qoheleth, cuya multiplicidad semántica es analógica y metafóricamente fascinante, tanto como Predicador, así también, el Convocador de Asambleas o coleccionista de historias, aunque en realidad el nombre hebreo del libro sencillamente dice, “Las palabras de Qoheleth, hijo de David, Rey en Jerusalén.”. En el célebre verso 1:15 se lee una citadísima proposición, que bien nos puede ilustrar de otra manera, las mutaciones de significación, que las traducciones han producido, al interpretar-traducir lenguajes, cuyas gramáticas no son coincidentes, el caso evidente de las lenguas semíticas a las neolatinas y en este caso, del latín mismo, empecemos por la Vulgata, que nos da una versión, no solamente extendidísima – el superlativo cabe muy apropiadamente acá -, sino repetida durante siglos.  “Perversi – dice el verso 1:15 – difficile corriguntur, et sultorum infinitus est números.”.  La Septuaginta, cuya base es la empleada en la Vulgata, ofrece la siguiente versión, citando el texto original: “διεστραμμένον οὐ δυνήσεται τοῦἐπικοσμηθῆναι καὶ ὑστέρημα οὐ δυνήσεται τοῦἀριθμηθῆναι”. Si las palabras claves, verbos rectores inclusive, los significados, en lo que cabe reconstruir las experiencias de los lenguajes, nos apuntan a sentido confusos y poco vinculados, la muy respetada versión de Reina Valera (1960) nos da una idea de los significados originales, al verterlos de una forma bastante prudente, “…lo incompleto no puede contarse.”.  Desde la tradición iniciada por la traducción de la Biblia de Saint James, las palabras claves, counted or numberd que en Español y sus distintas versiones se mantienen similarmente, contadas o numeradas, que en esencia mantienen el espíritu del significado latino, numerus, es decir alude a la imposibilidad de contarlas o “numerarlas” recurriendo a una adulteración poética o analógica del vocablo latino.  Sin embargo, la voz griega de la Septuaginta es ἀριθμηθῆναι, que, en realidad, si seguimos la experiencia originaria del Griego antiguo, significaría, medir, las raíces griegas nos dan una serie de palabras latinas y neolatinas derivadas, de la voz griega. Arithmethai – es relevante aludir a la partícula negativa, formulada por una Alpha, que vuelve el sentido negativo, o sea, inmedible o si se prefiere, innúmero o incontable – o sea, aritmética y sus derivaciones. Lo que se puede medir se convierte en lo que se puede contar.  Medir y contar. Count and number.  Aquello lo cual falta, carece, sea por estar torcido originalmente, desviado, resulta innumerable, incontable o inmedible.  Estamos pues en el centro de un fascinante debate, por los significados de las palabras, ejercicios semióticos y filológicos fundamentales, para arribar a la plena comprensión interpretativas, de los textos sagrados y su significado profundo y oculto.  Tarea de arqueología filológica y hermenéutica.  Ejercicios exegético-analíticos, de una importancia preponderante.  Cerrando nuestro viaje de retorno, que anticipamos nos deparara una sorpresa nuevamente, podemos apreciar rápidamente, que aun en la traducción, de Lutero, se nota fácilmente, que la vinculación, contar o numerar, aquello lo cual esté torcido irremediablemente, se mantiene, así vemos que:  “Krumm kann nicht schlicht werden noch, was fehlt, gezählt werden (1:15).  Aunque el vocablo alemán, krumm, contiene una multiplicidad semántica muy importante, conserva el sentido de aquello lo cual es torcido, coloquialmente alude a lo que se torció o se desvió, con el tiempo, incluso alude a los picos torcidos, de algunas aves de rapiña. Todo aquello que es o se tornó torcido o desviado, resulta imposible enderezarlo y además es inútil contarlo. Así tenemos que lo perverso es irremediablemente difícil de contarlo y a su vez, irremediablemente irreparable.  La perversidad es innumerable. Ahora bien, cerremos este círculo al volver a la versión a original u originadora, en este interesante y fascinante caso. Recurramos a una traducción directa del texo, en la que diría, aproximadamente, “Una cosa torcida que no puede enderezarse, no puede remediarse o mejorarse.”, “ מְעֻוָּ֖ת לֹא־יוּכַ֣ל לִתְקֹ֑ןוְחֶסְר֖וֹן לֹא־יוּכַ֥ל לְהִמָּנֽוֹת׃ ”. El Gran Comentarista Rashi (c. 1075-1105), quizás el más autorizado, entre los comentaristas del Talmud y Tanakah, nos dice, que lo torcido no se puede enderezar y es irremediablemente innumerable. Pareciera evidentemente claro, que las transmutaciones de significado, generadas, por las diversas traducciones e intentos exegético-interpretativos, nos aproximan a la comprensión, de lo auténticamente contenido, en los textos sagrados originales.  Los pasos hermenéutico-filológicos aportan a la semiótica bíblica de forma sumamente importante, claro está estas breves acotaciones sirven, principalmente, para acercarse a su lectura, con un cuerpo metodológico y unos instrumentos analíticos, capaces, de llevarnos a través del recorrido, del descubrimiento, de esas experiencias originales, de unas lenguas, que nos acompañan, casi invisiblemente, aunque nos hablan desde ese profundo silencio, de aquello lo cual es lo más fundamental. La lectura interpretativa, nos acerca a la fuente del significado, nos revela, en esa tarea arqueológica, del desenterramiento, el mensaje contenido y conservado y que le habla al que busca escucharla. 

Aunque nos desborda totalmente, el tema de una exposición y análisis detallado, de los instrumentos metodológicos y analíticos, empleados, para practicar estudios e interpretaciones, de textos bíblicos, antiguos o reconstrucciones, de manuscritos y tanto exegesis como hermenéuticas filológicas, es importante anotar, que tanto en el nivel semiótico como el semántico, no operamos bajo criterios arbitrarios o meras lecturas poéticas.  Desde los tiempos del Talmud, al interpretar la Ley Bíblica o Mosaica si se prefiere recurrir a tal expresión,  podemos hablar con certeza, de la existencia identificada, de principios y reglas hermenéuticas.  Baste mencionar, aunque sea solamente de pasada, que fueron sistematizadas y aplicadas rigurosamente, por ejemplo, las llamadas 7 reglas de Hillel, contenidas en la Sifra tal y como las 13 reglas de R. Ishmael y posteriormente, aunque recogidas en otra Baraita y elaboradas posteriormente, principalmente para fines de interpretaciones narrativas a manera de relatos no normativos, sino más bien tradicionales y tendientes a la conservación y mantenimiento de grandes tradiciones comunes, hagadá,  y no con el propósito de generar o deducir normas y preceptos, ley rabínica, de observancia obligada, halajá; han sido subsumidas en un gran conjunto de reglas, que incluso y tal vez un tanto forzadamente, llegan a constituirse en 613 para hacerlas coincidir con los 613 mandatos de la Ley Oral. El extenso camino que llevó a una enorme desarrollo y ampliación, de esas reglas es conocido y no lo vamos a reconstruir, en este momento, es importante tenerlo presente, puesto, que ese espíritu hermenéutico, que surge y se genera, dentro de la gran tradición talmúdica, nos ha dejado un legado enorme – eso que en el judaísmo se conoce como “la sabiduría rabínica” – y para uso general, universal, no como practica exclusiva y no incluyente.  El Talmud sea dicho, contiene y construye una sabiduría y unas leyes, a partir de una lógica tanto formal como una axiología humana, que regulan la manera de debatir, argumentar y construir interpretaciones, nos interesa traer a cuenta, que las distintas exposiciones expresadas, como lecturas o interpretaciones opuestas, no se rigen por un principio dialectico de superación, para concluir en una sola forma definitiva de interpretación, el viejo termino hegeliano aufhegoben, cuyo verbo rector, aufheben, tiene y conserva el sentido dual, de superación y supresión, cancelación, en tanto conservación y a su vez cambio, por eso se le ha vertido y popularizado, en la idea de la supresión de los contrarios, formando una nueva transformada realidad. En el Talmud más bien, sucede algo opuesto, los argumentos contrarios no son nunca totalmente desestimados, mantienen cierta vigencia y presencia a lo largo de las argumentación y rara vez enfrentamos exclusiones agresivas y descalificadoras. Curioso recorrido, sobre todo si pensamos, en la historia nunca contada, sobre los orígenes de la dialéctica, existirá algo como una inspiración talmúdica, que nunca se ha explorado o tal vez muy poco, en el origen mismo del pensamiento dialectico.  Sería una extraordinaria paradoja, que bien vale la pena estudiar. 

En su muy conocida obra y estudio sobre la ira, Peter Sloterdijk, nos habla de la primera palabra europea, al inicio de la tradición europea, afirma inicialmente, la ira fue dicha, hay un par de proposiciones o frases, a las cuales es imprescindible referirse, en este contexto, en el cual la lingüística, esta al centro de nuestras preocupaciones y ocupaciones. Recurriendo claro está, a Homero, se refiere a la primera rapsodia o canto, donde el asunto – para revivir el vocablo empleado en las antiguas tradiciones retoricas, sobre el clasismo literario griego – del poema, epopeya, queda inequívocamente definido, la Ilíada no versa sobre la guerra de troya, sino como bien se sabe, sobre la ira de Aquiles y así lo dice, en la primera rapsodia.  Citando a Sloterdijk, el termino o mejor dicho, substantivo, no puede sino ser declinado en acusativo, no olvidemos que en Alemán las declinaciones, cuatro casos, conforman la estructura gramatical de ese extraordinario idioma.  Acusativo supone una acción directa, “Wie es sich für ein wohlgeformtes Satz-objket gehört, steht dieses Nomen im Akkusativ.“ (Zeit und Zorn, página 9).  Y mas adelante aparece la afirmación, sobre la ira, como la primera palabra europea, “…Um das erste Wort Europas zum Klingen zu bringen, …” (Loc. Cit.).  Hacer sonar la primera palabra europea, la ira.  Hay un largo camino de la ira a la doctrina o teoría thymótica y más aún, a la revolución thymótica del comunismo. No corresponde recorrer ese camino, por el momento, queremos más bien, retomar la idea de la primera palabra europea y a partir de ella, hacernos la pregunta, sobre cuál sería la primera palabra, que se hablara, en la tradición mesoamericana, para definir unos límites más modestos, no emplear antiguas expresiones, como la América Hispana u otras más complejas, como América Latina, las cuales tienen, entre nosotros mismos diversas acepciones. La enorme dificultad, que al formular esta pregunta genera, es que de una forma u otra, desagrado o agrado, convicción o rechazo, tenemos claramente una descendencia europea, aunque no podamos ponernos de acuerdo, alrededor de la occidentalización del Continente, claro los canadienses y estadounidenses, no tienen grandes dificultades, con su realidad europea, si lo tienen, con las consecuencias de los actos cometidos, durante los periodos coloniales y de dominación imperial británica o francesa, aunque ésta ultima tiene unas características bastante diferentes; sin embargo, hay algo, aunque no exento de controversia y discusión también, hablamos y escribimos lenguas europeas. Lo cual, dicho de manera no libre de polémica, nos ataría a la ira. Hablamos el lenguaje de la ira, de esa antigua y ancestral ira europea.  Aquiles y los conquistadores. Hemos vivido con la ira tal vez, varios siglos.  No la hemos logrado domesticar.  La bestia y el soberano han continuado una interminable confrontación interior y notoriamente pública.  El soberano mutado en lobo no se ha domesticado del todo.  La anarquía rampante y la violencia inagotable son contundentes muestras del conflicto originario desencadenado por la ira.  Es claro hoy día también, aunque sea sujeto de complejos debates, que la ira europea enfrentó otra forma de ira, una ritual y antiquísima.  Resultaría real, aunque tal vez sumamente exagerado o profundamente incorrecto, asumir que la ira enfrento la ira, en el encuentro de dos mundos, cómo se optó para referirse al otrora llamado, incorrectamente debe reiterarse, “descubrimiento”.  No se trata de glorificar o idealizar creando narrativas románticas.  La pregunta, aunque dura, es tal vez necesaria, sería la misma forma de ira, la que portaban los europeos y sería esa misma ira, la que ya existía, en el mundo americano. Es entonces la condición humana prevalente o esencialmente aquella, que subyace a todas las formas socio-culturales, de identidades y culturas hoy llamadas “ancestrales”.  Un fenómeno, que se ha hecho evidente, a partir de las decodificaciones, de ciertos Códices o Libros, que han permanecido indescifrables, pienso particularmente, en algunos Códices, que nos han revelado “panteones divinos y humanos”, nombres de reyes y de dioses. Hay una afirmación, que puede hacerse, con suma prudencia, aunque tal vez pueda aproximarse a la develación, de un misterio. Pareciera, que si algunos de estos magníficos documentos, son formas de contar, literalmente, el tiempo y la historia; en el momento, en que ésta ya no es más contada, registrada, la historia termina y, tal vez, cabe la duda, si fue por alguna razón otra, la aniquilación, sea por catástrofes desconocidas o por guerras internas de destrucción y de conquista. Deviene pues el riesgo de identificar ira, en ambos portadores de estandartes y banderas, imágenes de dioses, que promuevan, en los dos mundos, una especie de ira, bien vale la pena adentrarse, en esa teoría, para poder buscar, con una base más solida, cuál sería la primera palabra pronunciada, en esta parte del encuentro o si, tal vez, no es muy diferente de esa ira europea, articulada como primera palabra, que desencadenó una historia muy larga y terrible, aunque llena de maravillosos actos de creación humanos.  Si pensamos, que en la división, de las partes de la llamada Misa de Réquiem, en la tradición católica-europea, aunque no exclusivamente, luego mantenida, en ese magnifico género musical, que conocemos simplemente como Réquiem, pues bien, una de las partes de la Misa de Réquiem o de las grandes composiciones musicales, que conservan ese mismo nombre, una de las partes más relevantes es el Dies Irae, en el latín eclesiástico, así llamado, que es la forma, que viajó a las Américas, adoptada incluso, en algunas denominaciones, dentro de las Iglesias de la Reforma, anglicanos a saber y otros, incorporado, en las Liturgias de Difuntos, “Dies irae, dies illa…”. 

La búsqueda de esa primera palabra, nos lleva de regreso a Ximénez, quien tanto hiciera, por acercar los dos mundos, en ese extraño encuentro, de lenguas, se ha documentado extensamente y no lo vamos a repetir acá, todos ustedes son grandes conocedores, de toda esta antiquísima tradición, a su vez de la historia alrededor de las diversas Gramáticas, que en el uso de las retóricas latinas, conservaba ese magnifico nombre de Ars grammatica, que naciera desde Donatus y muchos otros ilustres nombres, Diomedes y Alcuin, Victorinos y Honoratus, hasta llegar a Nebrija y el debate alrededor, del incomparable Diálogo de la Lengua de Juan de Valdés.  Ximénez provenía de esa tradición y por supuesto de la escolástica y del tomismo.  No resulta nada fuera de lo ordinario, que llamara Arte de las Tres Lenguas Cakchiquel, Quiche y Zutuhil, como se conserva, en la portada de manuscrito Ayer fechado en el 1515. Es casi imprescindible citar, que, en honor a Ximénez, expresamente usa el termino lenguas a diferencia, como lo dice la versión histórica, del Abate Brasseur de Bourbourg, donde la expresión empleada es dialectos, en su versión francesa “dialectes”.  Ximénez entendía perfectamente se trataba de lenguas propiamente y no de variaciones dialectales, lenguas plenas y totales.  Ximénez no solamente es parte de una tradición europea, strictu sensu, es parte de un importante grupo de autores, que trabajan en esa misma dirección, claro hay un componente notoriamente aculturante y de naturaleza evangelizadora, los propósitos finales, son la realización de catequismos y otros medios, para enseñar básicamente la doctrina y la religión.  No cabe duda alguna tampoco, que sus antecesores, sean de las Casas, Vico o Flores, mantenían visiones y concepciones teológicas idénticas.  La conversión de los pueblos americanos y educarlos – terrible palabra en su contexto histórico, es preciso resistir la tentación, del juicio histórico acelerado – dentro del catolicismo y el cristianismo romanos. Todos parecieron sucumbir a la admiración de estas maravillosas lenguas y la cultura imbuida, en el descubrimiento y conocimientos de las misma.  A lo largo y lo ancho de la América Hispana se pueden encontrar muchas expresiones de admiración y enorme sorpresa al descubrir-conocer las grandes civilizaciones americanas y, todo esto sucedía, en un mundo donde la Cruz y la Espada se imponían forjando, con sangre y sufrimiento un mundo nuevo, que emergía del choque de las iras humanas y divinas. 

Al intentar cerrar esta incursión, entre tiempos diferentes, los lineales y los circulares, sus maneras divergentes de contarlos, aunque la noción, de medición, pareciera acercarlos, la cuestión de la esfera y la circularidad definitivamente pareciera ponerlos, en el mismo plano, contar literalmente la historia, aunque sean sus eventos reales y cósmicos, los principales relatados, en la narración del tiempo, el occidente tal vez aristotélico, mide también el tiempo, bajo la idea del movimiento. Y al narrar-contar la palabra se instala, como vehículo-agente del relator-narrador, de un tiempo devenido, en historia. En el encuentro de los tiempos, tenemos, que los portadores de narraciones eventualmente tendrían, que pasar del asombro al encuentro, de la ira al descubrimiento de la palabra, del signo distinto y del símbolo indescifrable, para así iniciar la nueva cuenta, del mundo nuevo y de las palabras remozadas, transmutadas, en nuevos vínculos, entre las cosas y sus significados. Nacen los tiempos americanos, las voces americanas y los nuevos sueños anclados, en los viejos.  El único camino lleno de sentido, es el tránsito de la antiquísima ira a la conciliación y el encuentro.  Grave y profundo asunto, del cual nos falta tanto por decir y aún más por construir. 

Para concluir, quisiéramos cerrar, con una referencia a un tema muy controversial, la idea de proto-lenguajes o de una lengua, tronco común y de la cual se derivarían todas o ramas importantes, de lenguajes.  Esta es una idea, que la lingüística y filología actuales ha debatido extensamente y tiene muy poca aceptación.  Sin embargo, en el mundo medieval, existía una tendencia, la cual Ximénez y otros recogen en sus Crónicas y Gramáticas, Ximénez la menciona especialmente en el Arte de las Tres Lenguas y en otros escrito, el hebreo seria el tronco común de las lenguas latinas y su derivaciones, es muy frecuente el empleo de la noción, de contaminación e incluso, de grados mayores o menores de contaminación, otro término, que ha dejado de tener vigencia, porque el antiguo criterio de la pureza originaria de una lengua, no es sostenible y no es defendida por ningún pensador o teórico importante hoy en día;  las lenguas interactúan, entre sí, sufren y pasan, préstamos y en su condición de lenguas vivas, sufren modificaciones e incluso, emergen nuevos vocablos y otros caen en desuso.  Una mayor vinculación a la gramática hebrea, como criterio para establecer una pureza del lenguaje, es francamente sumamente difícil de sostener, más aún, las lenguas semitas, interactuaron claramente, con las formas del griego clásico hablado, en sus distintas variantes, en el Antiguo Reino de Israel, durante el periodo de la dominación helenística, el griego se convirtió en la lengua dominante – no olvidemos que el hebreo bíblico era reservado, para un uso especifico y sumamente puntual, era la lengua de comunicación, con la Divinidad, era la “lengua de Dios”, si se puede decir y no fue empleada de manera coloquial y de comunicación cotidiana – y las otras formas de arameo fueron empleadas, como los medios directos de comunicación, entre personas.  Los europeos cultos y educados, en este caso predominantemente los clérigos, miembros de las distintas órdenes religiosas, y,  algunos letrados o personajes directamente vinculados a las Cortes y la realeza español, en sus funciones, de administración y ejercicio del poder, en nombre del Soberano. Probablemente la idea rectora, de esta Lección Inaugural, el encuentro entre lenguajes y palabras, debería buscar una respuesta al establecimiento, de la primera palabra americana, gestada a partir del encuentro, de tiempos y lenguas, en otra dirección.  Tal vez, en realidad, no encontraremos – no quiero descartarlo del todo – esa palabra primigenia, como el caso de la ira europea, como Peter Sloderdyk lo sostiene, tal vez esa primera palabra, no es una sola voz, sino un colectivo de voces, expresados, en esos textos sagrados, los cuales Ximénez y otros descubrieron y trataron de comprender, por eso y aunque pueda ser un tanto riesgoso decirlo y tratar de argumentarlo, ese colectivo de voces, que formarían aquella primera palabra originaria, sean esos libros sagrados, sobre todo, en nuestro caso, uno que ya se ha convertido, en dominio de la nación guatemalteca, de todos los guatemaltecos, el Libro del Consejo o el Popol Vuh.

REFERENCIAS.

1.- Derrida, Jacques. Seminario, La bestia y el soberano. Ediciones Manantial, Buenos Aires 2010.

2. Gramática de la lengua Quiche. Grammaire de la Langue Quichée. Edición bilingüe, español-francés. L’Abbé Brasseur de Bourbourg. Paris, Arthus Bertrand 1862.

3. Sloterdijk, Peter. Zorn und Zeit. Suhrkamp Verlag, Frankfurt am Main, 2006.

4. Ximenes OP, Fray Francisco. Arte de las tres lenguas. Kaqchikel, K’Iche’ y Tz’Utujil.  Academia de geografía e historia de Guatemala.  Biblioteca Goathemala, volumen XXXI.  Guatemala C.A., 1993.

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